La Lírica

 
   
 

Las obras líricas nacieron unidas a la música y en la antigua Grecia fueron  acompañadas con un instrumento musical de cuerda llamado lira del cual deriva su nombre. Posteriormente, durante el Renacimiento se trató de imitar el ritmo inicial de estas composiciones mediante la repetición periódica de algunos elementos constituyentes del verso como: la métrica, la rima y la disposición de los acentos y las pausas, pero con el paso del tiempo, las concepciones del mundo cambiaron y la versificación tradicional resultó ser una limitante para la libre expresión de la subjetividad del poeta quien adoptó la escritura en prosa, en la que siguió conservando el ritmo, con cualidades diferentes, como la repetición de las pausas, los silencios y las imágenes.  

   
 
 
 

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Octavio Paz, en El arco y la lira, apoya esta idea así: “Lejos de ser medida vacía y abstracta el ritmo es inseparable de un sentido concreto (…) El ritmo es inseparable de la frase; no está hecho de palabras sueltas, ni es sólo medida o cantidad silábica, acentos, pausas: es imagen y sentido”.

   
 

Los textos líricos expresan los sentimientos, emociones, imaginación y anhelos de quien los escribe con el propósito de compartirlos con el lector, para lo cual se vale de una voz que se identifica como yo lírico.

   
 

Las composiciones de carácter lírico tienen la particularidad de recobrar  cualidades del lenguaje que estaban ocultas en el uso cotidiano. Ello se logra mediante el trabajo que realiza un autor, quien combina de una forma diferente las palabras usando un leguaje figurado, con recursos fónicos que le permiten enfatizar la sonoridad como la onomatopeya, la anáfora o la aliteración; cambiar la sintaxis (el orden lógico de las palabras en la oración) con recursos sintácticos como el hipérbaton, o darle otros sentidos a las palabras, valiéndose de recursos semánticos como la comparación, la metáfora, la prosopopeya, la antítesis, etc.

   
 

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Por ejemplo en esta estrofa de Pablo Neruda:

   
 
 
 

   
 

Todas las palabras usadas por el poeta existen en nuestra lengua, pero al incluirlas en un contexto diferente, las palabras y la realidad que pretenden describir adquieren otra categoría, y ya no es una muchacha delgada, sino bella y ágil (verso 1). No solamente es amada por el poeta, sino que también parece digna de ser amada por quienes la rodean pues su belleza se nutre con el paso del tiempo (verso 2) y su mirada no sólo es bella, tiene el poder de regir la conducta del enamorado (verso 3). Finalmente, la amada representa para el poeta todos los acentos y las luces del universo (verso 4)

   
 

El texto lírico obedece a la intención estética de su autor que busca causar un efecto en el lector que puede ser de identificación o de rechazo.

   
 

Este género lírico posee algunas variantes o subgéneros que dependen del sentimiento que se expresa, para lo cual el autor elige un tono y una forma adecuada al mismo. El tono es la forma particular de decir una  cosa de acuerdo a la intención, el tema que se trate o el estado de ánimo que se pretende comunicar. Por ejemplo, si un autor quiere comunicar dolor, usará un tono triste, si quiere mostrar alegría su tono será alegre, etcétera.  Entre los subgéneros o variantes del género lírico tenemos: Oda,  Elegía, Égloga, Sátira, Epitalamio, Madrigal, Epigrama, Himno, etcétera.

   
 
 
 

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